martes, 17 de septiembre de 2013

Novela negra "Cuando cae la oscuridad sobre Londres

CAPITULO   5


La autopsia

La misma noche de haber sido encontrado el cadáver de la joven indocumentada, cuya desaparición aún no había sido reclamada por nadie, la médico forense, la doctora Helen Cooper, llegó a las cinco y cuarenta y cinco minutos de la madrugada al depósito de cadáveres.

Aparcó su wolsvagen negro en su aparcamiento numerado y reservado en la entrada del depósito de cadáveres, salió de su vehículo, pulsó el botón de control remoto que cerraba automáticamente los seguros de las puertas, y después se dirigió a la puerta principal caminando con parsimonia. Cruzó el umbral de la puerta y saludó al guardia de seguridad.

-Buenos días, Edgar.

-¡Hola, doctora! ¿Cómo está usted?

-Muy bien gracias. Voy a cambiarme de ropa.

Se dirigió a la habitación destinada a vestidor, donde había varias taquillas, seis para los médicos y diez más para auxiliares divididas en dos compartimentos, uno para mujeres y otro para hombres. En el compartimiento de las mujeres encontró a la menuda Alicia cambiándose de ropa.

-Buenos días, Alicia.

-Buenos días, doctora, ¿cómo ha pasado la noche?

-Bien gracias, he dormido como un tronco a pesar de las noticias.

-Sí, últimamente son muy malas.

En el vestidor de hombres, Tim, el auxiliar que esa semana tenía el turno de la mañana, también estaba cambiando su ropa de calle por su uniforme impoluto de color blanco. Minutos después la doctora Helen Cooper salió del vestidor de señoras vestida con una camiseta blanca sobre la que se había colocado una bata del mismo color. Lllevaba, asímismo, unos pantalones blancos y unos zapatos blancos, tipo zuecos, abiertos por detrás. La médico forense se dirigió a la sala de autopsias, en cuyo centro había una gran mesa para hacer autopsias de acero inoxidable, que estaba brillante, perfectamente limpia y desedinfectada. La doctora encendió la luz de la sala que se iluminó con una intensa claridad. Después se dirigió a la larga bancada de mármol blanco que había pegada a la pared derecha, y sobre la que había diversos instrumentos quirúrgicos como bisturís, martillos, sierras, separadores y varios paquetes nuevos de guantes de látex. Abrió uno de ellos y se puso los guantes. Mientras tanto, Tim y Alicia habían saco el cadáver de la adolescente del cajón número quince y lo habían colocado sobre una camilla con ruedas. Minutos después ambos empujaban la camilla hasta la sala de autopsias, y situaban la camilla paralela a la gran mesa de acero inoxidable. Tim cogió el cadáver con su manos enguantadas debajo de los hombros, mientras Alicia hacía lo propio con los pies. De un solo impulso y con una sincronicidad debida a la práctica, pues ambos auxiliares eran bastante veteranos y tenían mucha experiencia, colocaron el cuerpo de la joven víctima de asesinato sobre la mesas de autopsias. Momentos después cogían la camilla y se marchaban empujándola, y dejando sola a la forense con el cadáver.

(Continuará...)








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